"Equidad de género" en política

Olympe de Gouges fue puesta en la guillotina por reclama para mujeres y hombres los mismos derechos Lizzy Santoyo <span style="font-size: 12pt; font-family: 'Times New Roman', serif; color: black; background-image: initial; background-position: initial; background-size: initial; background-repeat: initial; background-attachment: initial; background-origin: initial; background-clip: initial;">* Hay sólo una mujer gobernadora y 31 hombres, y alrededor de 320 alcaldesas por 2 mil 641 presidentes municipales. * Toda mujer que transgrede lo convenido cae en la idea colectiva de “mala mujer”, y las que hacen política son parte de ello. * La base de datos del Sistema de Indicadores de Género del Instituto de la Mujeres muestra que en ningún rubro político las mujeres tienen mayoría. Es uno de los ámbitos donde se expresa mucho más la desigualdad entre hombres y mujeres. Hablar de equidad de género hoy en día puede traer varias palabras a la mente: feminismo, “feminazismo”, incluso “hembrismo”, post-feminismo, modernidad, justicia, humanismo, machismo, misoginia, entre otras. No obstante, equidad de género en su expresión más sencilla, según el diccionario, significa: la defensa de la igualdad del hombre y la mujer en el control y el uso de los bienes y servicios de la sociedad. Esto supone abolir la discriminación entre ambos sexos y que no se privilegie al hombre en ningún aspecto de la vida social. Entonces muchos de los conceptos anteriormente citados saldrían sobrando; es simplemente brindar la misma oportunidad, respeto y dignidad a ambos géneros sin privilegiar a uno sobre el otro. Hablamos de un tema concerniente a un derecho humano. Las mujeres tienen como derecho humano el acceso a la vida política, y puntualizo que los derechos políticos de las mujeres son derechos humanos. La política es uno de los ámbitos en el que se expresa mucho más la desigualdad entre hombres y mujeres. Mostraré las razones de ello y daré algunos ejemplos. Si profundizamos encontraremos que todo esto tiene un profundo arraigo con el concepto de lo masculino y lo femenino, herencia de conceptos de culturas abrahamánicas principalmente, y en el ámbito de la política considero prudente recordar a Olympe de Gouges, quien en la Revolución Francesa reclamó para las mujeres los mismos derechos obtenidos por los hombres. ¿El resultado? Fue llevada a la guillotina y ejecutada porque su postura era subversiva. Según la teoría de género, las raíces de la profunda inequidad en la política están en la propia constitución del Estado surgido de la Ilustración, movimiento político filosófico del siglo XVIII en el cual se reconocieron como atributos exclusivamente masculinos a la razón, la igualdad, la individualidad y la autonomía de los sujetos (Sánchez, en Beltrán y Maquieira, 2001). Ergo, el hecho de que una mujer hacer uso de la razón, sea autónoma y tenga independencia entre otras cosas, la hace algo rechazable, algo que no encaja con los estándares sociales que se le han atribuido por siglos a una mujer. Romper con las convenciones sociales implica ser “la mala mujer”. A la mujer mexicana se le ve en una dualidad: o es la mujer de casa, sumisa, que acepta sus sacrificios y labores sin queja, es “la madre”; y por otro lado, la mujer que es independiente, o que no está al lado de un hombre, la que transgrede, esa es vista como la zorra, la “perra”, la mala mujer. Esta visión dual de la mujer se ha visto reflejada en varios ámbitos, la política no está excluida y me atrevería a decir que es uno de los lugares donde más se percibe, refleja también su situación en la sociedad mexicana. Desde el Siglo XIX las mujeres en México demandaban ciudadanía, derecho al voto y equidad política. Fue hasta 1953 que la mujer pudo votar. De forma progresiva se ha pretendido garantizar sus derechos políticos. En 1993 las reformas electorales comienzan a exigir candidaturas para las mujeres, a partir del 2012 <span style="color: black; background-image: initial; background-position: initial; background-size: initial; background-repeat: initial; background-attachment: initial; background-origin: initial; background-clip: initial;">se obligó a partidos políticos a reservar el 50% de las candidaturas para diputados, senadores y congresos locales a mujeres y se han incluido candados para evitar prácticas en la que una mujer era elegida, pero al tomar posesión renunciaba y lo dejaba a un hombre (se les llamó “las juanitas”). Toda mujer que transgrede lo convenido cae en la idea colectiva de “mala mujer”, y las que hacen política son parte de ello. Porque son mujeres con voz, que no se callan, ni se someten, y que entorpecen la dinámica política llevada por muchos hombres. La mujer ha luchado por abrirse espacios en la política, aun así hoy existe una brecha grande. La base de datos del Sistema de Indicadores de Género del Instituto de la Mujeres muestra que en ningún rubro político las mujeres tienen mayoría. Por poner un ejemplo; en el gabinete presidencial de 19 secretarías sólo tres eran ocupadas por mujeres, antes de la salida de Claudia Ruiz Massiueu. <span style="color: black; background-image: initial; background-position: initial; background-size: initial; background-repeat: initial; background-attachment: initial; background-origin: initial; background-clip: initial;">Hay sólo una mujer gobernadora y 31 hombres. Y hay alrededor de 320 alcaldesas por 2 mil 641 presidentes municipales. En los gabinetes estatales, la equidad de género aún es lejana. No hay ningún rubro en la política en México en donde el número de hombres y mujeres sea igual. En palabras de Patricia Mercado, alguna vez candidata a presidencia: “(las élites políticas) todavía no nos apoyan, porque están conformadas por hombres, tienen otro tipo de negocios, de intereses que no van a intercambiar con una mujer. O por lo menos, es mucho más complicado hacerlo.” Es irracional – característica que se ha considerado “femenina”- no permitir la participación de la mujer cuando hay estudios que demuestran el excelente desempeño que puede tener: “La participación de las mujeres en el sector laboral fomenta generalmente la honestidad, esto es por cuestiones históricas ya que culturalmente al hombre le cuesta más trabajo intentar sobornar o corromper a una mujer” (Scherer, 2012) En el libro “Una lección para todas”, la periodista Katia D’Artigues nos relata las perspectivas de tres mujeres mexicanas que llegaron a tener candidatura por la presidencia de la República, uno  de los capítulos nos muestra cómo para una mujer hacer política es mucho más complicado, no sólo por los candados posibles que pueda encontrar dentro de su mismo partido, sino por la exigencia social de desempeñar un rol. Ser una madre entregada, buena esposa, intachable, que no descuide a los hijos, y el que una mujer realice una campaña o desempeñe un puesto político implica el salirse de esa imagen que debe ocupar; de esposa detrás del hombre que triunfa. En caso de hacerlo, entonces debe moverse con mucha cautela, cualquier movimiento en falso implica la desacreditación. La mujer mexicana se enfrenta a preguntas tales como “¿estará lista para ese cargo?”, o peor aún “¿estará listo México para una mujer presidente?”, ante la cual Josefina Vázquez Mota, candidata a la presidencia en 2012, menciona que no es pregunta sino descalificación. Las mujeres que deciden hacer política se enfrentan a una realidad de abandono, desprecio y mucha soledad, de su mismo partido, y mucho más si implica para ellas alguna candidatura. Existe ahora la paridad de género como ley, no obstante, no fue bien recibida por los partidos, para algunos como Agustín Barrios Gómez era “una monstruosidad”. Uno puede escuchar de hombres preparados y que incluso se pronuncian por la equidad de género decir frases como: “la mujer debe arrebatar esos lugares, debe de empoderarse”. Yo preguntaría, ¿sería necesario arrebatarlos si el complemento de nuestra especie comprendiera lo enriquecedor que es la equidad? ¿Debemos nosotras empoderarnos, o qué tal si mejor los hombres cooperan para ese empoderamiento, no estorbando al crecimiento, no viéndonos como enemigas? Está demostrado que las mujeres ofrecen diversos beneficios en su desempeño político, hay menor porcentaje de corrupción en mujeres, por poner un ejemplo. La idea de que una mujer no sea calificada para desempeñar un cargo político se ha ido diluyendo, no obstante aún queda mucho por avanzar, ciertas celebraciones como la de la Carta Magna fue totalmente de hombres, ni una sola mujer tuvo cabida. Y mientras un presidente dé como razón del Día Internacional de la Mujer una explicación como: “A la ONU se le ocurrió”, “hay que festejarles algún día”, sabremos que aún falta mucho por trabajar. Y el trabajo inicia en un cambio de mentalidad, en dejar de ver a la mujer como la buena o la mala, la madre o la malinche, la Eva o la Lilith, la tonta o la que pretende ser hombre.   Cierro con estas palabras e invito a la reflexión: Cuando se le deje de ver como competencia sino como complemento de la especie y que eso da enriquecimiento a ambos géneros, entonces la paridad no tendrá que ser una obligación, sino será resultado de comprender que una mujer tiene mucho más para dar que sólo encajar en moldes sociales. A darle, pues, sentido a este texto.

"Equidad de género" en política

Según la teoría de género, las raíces de la profunda inequidad en la política están en la propia constitución del Estado surgido de la Ilustración...

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