Fallece El Pana, el torero tetrapléjico que pidió que le dejasen morir

Viernes 03 Junio 2016

Para un torero, morir es tener un día sin suerte. Pero no para Rodolfo Rodríguez, El Pana. A las 18:45 del jueves, en el octavo piso del Hospital Civil de Guadalajara...

<p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><strong>CIUDAD DE M&Eacute;XICO, 3 de junio de 2016.-</strong> Para un torero, morir es tener un d&iacute;a sin suerte. Pero no para Rodolfo Rodr&iacute;guez,<span style="color: #000000;">&nbsp;El Pana</span>. A las 18:45 del jueves, en el octavo piso del Hospital Civil de Guadalajara, el matador tetrapl&eacute;jico vio cumplido su &uacute;ltimo y m&aacute;s &iacute;ntimo deseo: abandonar este mundo. Lo hizo a los 64 a&ntilde;os, inm&oacute;vil, sin poder respirar por s&iacute; mismo, pero rodeado de su familia y de personal m&eacute;dico. En el trance, no recibi&oacute; ayuda. O eso dice el parte oficial. Sufri&oacute; un agravamiento de su neumon&iacute;a y un deterioro s&uacute;bito de su estado; luego sobrevino un paro cardiaco y todo termin&oacute;.</p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; font-family: 'Cambria','serif'; mso-ascii-theme-font: major-latin; mso-hansi-theme-font: major-latin;">La muerte fue su victoria. No por esperada, menos cruel. Todo se torci&oacute; el pasado 1 de mayo, cuando<span class="apple-converted-space">&nbsp;el destino cruz&oacute; con &eacute;l en una plana de Durango</span>. El segundo toro, de nombre<span class="apple-converted-space">&nbsp;</span><em>Pan franc&eacute;s</em>, le embisti&oacute;. El Pana vol&oacute; y, en su ca&iacute;da, quedaron fulminados 37 a&ntilde;os de luces y penas.</span></p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; font-family: 'Cambria','serif'; mso-ascii-theme-font: major-latin; mso-hansi-theme-font: major-latin;">De la plaza sali&oacute; quebrado. Los m&eacute;dicos le diagnosticaron una lesi&oacute;n cervical severa con fractura de tres cuerpos vertebrales. Se le practic&oacute; una traqueotom&iacute;a, se intent&oacute; restablecer el impulso neuronal. Pero nada se logr&oacute;.<span class="apple-converted-space">&nbsp;El torero qued&oacute; tetrapl&eacute;jico</span><span style="color: windowtext; text-decoration: none; text-underline: none;">&nbsp;p</span>ara siempre. Consciente de ello, a trav&eacute;s de se&ntilde;as y susurros comunic&oacute; a parientes y m&eacute;dicos su deseo de morir.</span></p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; font-family: 'Cambria','serif'; mso-ascii-theme-font: major-latin; mso-hansi-theme-font: major-latin;">Los facultativos, sabedores de que su vida pend&iacute;a de un hilo, decidieron evitar el encarnizamiento terap&eacute;utico. A los pocos d&iacute;as, cuando vislumbraron una mejor&iacute;a, lo sacaron de la Unidad de Cuidados Intensivos. &ldquo;Permaneci&oacute; estable una semana, pero esta ma&ntilde;ana su salud empeor&oacute; s&uacute;bitamente, se qued&oacute; triste&rdquo;, explic&oacute; a EL PA&Iacute;S el director del hospital, Francisco Mart&iacute;n Preciado Figueroa.</span></p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; font-family: 'Cambria','serif'; mso-ascii-theme-font: major-latin; mso-hansi-theme-font: major-latin;">Con su muerte, se cierra un cap&iacute;tulo lunar de la historia del toreo mexicano. Excesivo y canalla, El Pana fue un matador de arrabal. Le gustaba llegar en calesas rosas a las plazas, lucir coleta decimon&oacute;nica y fumar habanos gruesos como brazos. El ritual no iba con &eacute;l. Tampoco la genuflexi&oacute;n. Hab&iacute;a conocido el hambre y la c&aacute;rcel, tambi&eacute;n el embrujo del alcohol. Antes de empu&ntilde;ar la espada, fue sepulturero, vendedor de gelatinas y hasta panadero (de ah&iacute; su mote). Los entendidos le daban la espalda; los cosos de post&iacute;n le repudiaban. Era una figura triste y casi c&oacute;mica en un pa&iacute;s de imposible explicaci&oacute;n.</span></p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; font-family: 'Cambria','serif'; mso-ascii-theme-font: major-latin; mso-hansi-theme-font: major-latin;">Due&ntilde;o de un estilo teatral, la gloria siempre se le mostr&oacute; esquiva. Lo m&aacute;s cerca que pas&oacute; fue cuando, en busca de alg&uacute;n dinero, decidi&oacute; organizar su despedida. Ocurri&oacute; el 7 de enero de 2007, en la Monumental de M&eacute;xico. Ante decenas de miles de aficionados, en una corrida televisada, rompi&oacute; con el protocolo que tanto odiaba y, frente a la multitud boquiabierta, brind&oacute; por &ldquo;las putas, las mujeres de tac&oacute;n dorado y pico colorado&rdquo;. Para ellas pidi&oacute;, en esa tarde de despecho, la bendici&oacute;n de Dios.&nbsp;"Ellas saciaron mi hambre y me dieron protecci&oacute;n en sus pechos y muslos, ellas acompa&ntilde;aron mi soledad", clam&oacute;. Poco importaron luego los dos toros. Hab&iacute;a alcanzado la fama. Pero esta se apag&oacute; pronto y, pese a seguir toreando y ser la espada con m&aacute;s a&ntilde;os del pa&iacute;s, no volvi&oacute; a visitarle hasta que el pasado 1 de mayo, negra y torcida, le sac&oacute; roto de la plaza de Durango. Fue entonces cuando El Pana, desde una cama de hospital, lanz&oacute; su &uacute;ltimo desaf&iacute;o.</span></p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; font-family: 'Cambria','serif'; mso-ascii-theme-font: major-latin; mso-hansi-theme-font: major-latin;">Ayer, a la hora extra&ntilde;a en que anochece en M&eacute;xico, el torero muri&oacute;. Era lo que quer&iacute;a. Esa fue su verdadera despedida.</span></p> <p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><iframe src="//www.youtube.com/embed/U6fFCMqeOyY" width="600" height="350"></iframe></p>

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